CARACTERISTICAS DEL ALUMNO QUE FORMO Y DEL QUE QUIERO FORMAR.
En la actualidad la labor del docente como formador del estudiante no solo se reduce al ámbito escolar, sino, que se ha extendido a aspectos que quizás deberían ser más aprendidos en el seno familiar.
Si estamos conscientes de que la escuela, en su totalidad debe reformarse, no podemos olvidar que el tipo de alumnos que los docentes enfrentamos actualmente en clases ya no es el mismo de veinte o treinta años atrás, por lo tanto, si queremos una educación eficiente y eficaz no podemos ignorar las características del educando que enfrentamos actualmente, puesto que, de acuerdo a sus intereses y características es que debemos adecuar nuestros métodos de enseñanza, de lo contrario, el aprendizaje será poco efectivo o nulo.
En consecuencia, se torna imprescindible el conocimiento cabal que como docentes debemos tener de los estudiantes, o sea, no podemos desconocer el rol que desempeña en el aula, pues de lo contrario, nuestra labor es inútil y ellos, aparte de no aprehender los conocimientos que nosotros queremos otorgarles, no valoran la labor educativa como tal, pues simplemente y por razones propias de formación, se fastidian y no logran comprender el fin último de la escuela, esto es: formar personas emocional e intelectualmente capaces de desenvolverse activa y positivamente en la sociedad actual. El estudiante actual carece de capacidad para la observación, el análisis y la reflexión, no poseen la necesidad de seguir ideales, no se involucran en los temas de interés social, les faltan convicciones y no son seres humanos preparados para hacer o recibir la crítica como un instrumento de aprendizaje y mejoramiento, sino más bien la aplican como instrumento destructivo para los demás y en ocasiones para si mismos.
Como profesores actualmente nos enfrentamos a la falta de valores, que debieran ser inculcados en el seno familiar, pero que en algunos cosos y por diversas circunstancias, pasan a ser tema olvidado para los padres, los cuales olvidan que los valores humanos son importantes elementos en la formación, y resultan significativos, no solo, en la etapa de estudiante, sino que habrán de ser el motor de un hombre sensible y capaz de transformar su entorno de manera positiva, de un hombre que sirva como eje de crecimiento para su entorno y por ende para si mismo.
En algunos casos el alumno carece también de motivaciones. Cuantas veces no nos hemos topado con “ese alumno” al que, “no se preocupa por nada”, ese que ha aprendido a no inmutarse ante nada ni ante nadie, es aquel que no respeta o no le interesa la autoridad, y más preocupante aún, es ese estudiante al que el éxito no le apasiona y que el fracaso no le entristece, porque sencillamente no le interesa aprender.
Por todo lo anterior creo que el ser profesor, no se reduce a solo transmitir conocimientos de las ciencias o materias de estudio, sino, que la labor docente es una labor mucho más comprometida, que ha de ser sumamente importante en la formación del hombre como agente de cambio. Es por esto que el alumno que quiero formar va más allá de solo un “estudiante modelo”, sino más bien mi interés primordial es ejercer influencia como formador de un librepensador. Es decir, alguien que observa, analiza, reflexiona y llega a unas conclusiones propias, mediante el ejercicio de la autonomía y el ejercicio de pensar por sí mismo, sin influencia de sus padres ni de quienes poseen autoridad. Un hombre que actúa según sus convicciones, que normalmente es crítico frente a quienes se apropian el poder y toma un camino de acuerdo con su propia conciencia. El librepensador no acepta imposiciones ni toma como verdad revelada el contenido de los libros o de otros documentos. Mucho menos las teorías o doctrinas de otras personas a menos que la sustentación de las mismas logren persuadirlo.
Sin lugar a dudas, la labor será ardua ya que encontramos a diario en nuestras aulas, un alumno que muchas veces se nos torna difícil controlar y motivar, un estudiante que en reiteradas ocasiones nos sorprende con información que para nosotros es desconocida, un educando que nos maravilla con sus habilidades en el manejo de tecnologías. Y también, un alumno que no sabemos comprender porque ignoramos la procedencia de sus actitudes, la causa de su comportamiento y el origen de sus intereses. Por tal motivo como docentes debemos estar preparados para esta transformación, para desarrollar el potencial de cada uno de estos alumnos y exaltar en ellos la necesidad de ser mejores.
"El alumno ha de cambiar también su rol y buscar un rol activo en la construcción de su propio proceso de aprendizaje. Ya no sirve el alumno que se limita a asimilar información, sino que ha de ser crítico, indagador, reflexivo, investigador, creativo".
En conclusión, no podemos negar que la época actual es una época de transición, de cambio y reestructuración de la educación moderna. Algunos dicen que la escuela ha colapsado y su reorganización y replanteamiento como institución social se ha tornado necesaria. Y sus sujetos fundamentales, o sea, los profesores y alumnos, también se han visto afectados por este período colmado de vicisitudes. Es por ello que sus roles en la educación también se han replanteado.
Por una parte, el profesor ya no actúa como único ente poseedor de todo el conocimiento, sino que ahora su papel es el de facilitador y, por otra parte, el alumno ya no es la parte pasiva del proceso de enseñanza - aprendizaje, sino que la parte activa y protagónica del mismo. Por tal motivo debemos ser concientes y abrir los horizontes a las nuevas expectativas educativas, debemos estar más preparados para ser agentes de cambio y ser participes de la nueva era educativa que se nos presenta.
"La educación postmoderna debe reconectar a estudiantes y profesores, al espacio y el tiempo, el sentido y el contexto, el conocer y lo conocido, las humanidades y las ciencias y, especialmente, el pasado, el presente y el futuro". Slattery.